Leyendo a O Bepi

Leyendo el blog de O Bepi, se me ocurrió que todos aquellos que parecen tan “modernáticos” no necesariamente sean cerebritos que se las saben todas. Que son gente como uno que se han tomado un poquitín más de tiempo para aprender a poner una frase junto al nick del MSN.

En el citado artículo, hacía O Bepi un listado muy inteligente y catalogado de estas frases. A veces uno ve esas frases de forma independiente e inconexa, y dice: “pero qué estúpida esta mina”, o “qué larga esta frase, ¿para qué la puso?”, y los ve como casos aislados. Pero O Bepi tuvo la inteligencia de reunirlas, de ver conjuntos de frases, y de tener la capacidad para criticarlas.

Soy de una generación que vio nacer y crecer el fenómeno de internet, una generación que reservó el asunto para los cerebros científicos y no los humanísticos. De ahí provenga, tal vez, esa mezcla de respeto y sentimiento de alienación respecto a los otros usuarios, con una pizca de complejo de inferioridad.

Pero hay que perder ese respeto y empezar a ver las cosas conojo crítico. O Bepi, un maestro.

Subconciente inflamado

Tengo el subconciente inflamado. Me ha crecido a intermitencias. La represión funciona sólo a medias, porque cada tanto salta el botón.

Qué raro, ¿no? Un subconciente reprimido que salta en sueños. Extrañísimo, seguro. Pero el problema no es la falta de originalidad, sino la fuerza extraordinaria con la que salta el botón, una fuerza irreprimible. Salta la tapa y queda flotando, dando vueltas con el ventilador del techo. Una mosca envirusada que te da vueltas alrededor de la cabeza.

Está tan desarrollado, que el sistema queda en hibernación por mucho tiempo. Supongo que si los plazos fueran más cortos ocurriría una de las dos cosas: o bien la inflamación sería menor (y por lo tanto, su fuerza también) o bien terminaría besando un árbol y babeándome en alguna isla del Triángulo de las Bermudas.

Pero los plazos prolongados (y la luz del día) me permiten sobrevivir. Me permiten volver a poner en su lugar a la fantasía.

Minifesto

La blogosfera según Matthew Hurst. 

“Ese plan es tan vasto que la contribución de cada escritor es infinitesimal” (Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, 1940). Y yo quiero ser infinitesimal. Quiero ser un pedazo de nada, un grano en el grano, un Dios: mi mundo.

Escribir en la web es eso: crear tu mundo. O, más acertadamente: una burbuja. Una burbuja virtual en la que nadás entre bytes de placer. No sé hasta dónde llegaré: no sé cuántos amigos tendré, cuántos comentarán, cuánto comentaré, cuántos responderán y responderé.

Hoy nace Cyblioteca en la periferia de la periferia de la blogosfera. Si la blogosfera es lo alternativo, ¿será la periferia de la blogosfera la alternativa a ésta? No creo que sea una pregunta demasiado relevante, aunque dé para pensar. En mi caso, lo que pretendo es intentar plasmar lo que pasa a mi alrededor, mis intereses, y compartirlo, siquiera por los que me rodean en el perímetro más pequeño que pueda contener Tlön.

Quiero compartir y quiero aprender. Quiero saltar del papel hacia esta cosa viva que camina por la Biblioteca Universal. Y quiero hundirme en su agujero negro. Todos quienes me ayuden en el camino recibirán como recompensa una pepa de amistad.